Rosa rosa
Desde un no tan lejano lugar llamado San Jorge, vi a una hermosa Rosa rosa, a la que fotografié y miré por largo tiempo. De tanto mirarla, me preguntó.
––¿Por qué me miras tanto?
––Porque eres muy bella ––respondí.
Ella me miró con sospecha y demandó.
––¿Podrías dejar de mirarme?
––Lo siento, no puedo ––insistí.
––Entonces; ¿podrías guardar tu distancia? es que es algo incómodo que me aseches tanto.
––Lo lamento, no quiero incomodarte, es solo que tengo una rosa mucho más bella que tú, no quiero presumir, pero, es la Flor más bella que hay en el mundo. Pero la tengo en un jardín del que me gustaría arrancarla, más temo arrancarla y que se marchite, por eso te miro tanto, porque quiero entender ¿cómo hacer para conservarla por siempre?
Celosa respondió la Rosa y con un ligero sarcasmo.
––Y ¿por qué arrancarla de donde está?, ¿no sería mejor apreciarla desde su lugar?, así seguiría en la tierra que nació, alimentándose del tallo de sus padres.
––No, la quiero cerca de mí, a su lado me siento fuerte, animado, vivo. Ella irradia vainilla con su presencia, quiero que sea lo primero que vea en las mañanas y lo último que acaricie en las noches, quiero su fragancia en mi todo el día, todos los días ––dije emocionado.
––Pero que egoísta eres ––sentenció la Rosa––. Quieres tenerla solo para ti.
––No soy egoísta ––, me defendí ¾es solo que llega un momento en el que decides gastarte para alguien, trabajar por alguien y vivir con alguien. No es egoísta querer regar tus semillas y establecer tus propios campos ––continué pensativo ––creo en cambio que es generoso, compartir tu amor con quien amas, saltar los surcos y las cercas para ver crecer tus propios campos. Amo a esa Rosa, y sé que me ama, pero no quiero que se marchite. ¿Cómo conservarla? ––pregunte con mucho interés.
––Aunque no hay secretos para conservar una Rosa por siempre, te diré algo importante, pero lo haré en una metáfora ––dijo muy segura la flor––.Todo lo que tienes que hacer es ponerla en un buen lugar, donde la seguridad del aire la bese cada mañana, donde el abundante sol no falte y donde un buen jardinero la riegue, la abone y la quiera.
Me alejé del lugar pensando en las palabras de la Rosa rosa, y al cabo de unas horas, hice una promesa al cielo. Prometí que mis palabras serian el beso que den seguridad a mi Rosa cada mañana, que mis manos traerían la abundancia del sol que ella necesita y que sería yo el mejor jardinero que regaría uno a uno sus pétalos hasta el fin de mis días.
«Soy afortunado» pensé, por tener la flor más bella del mundo.
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