Todos dicen lo mismo
Mientras llovía ella lo esperaba en el paradero de bus. Perdía su mirada en las gotas de lluvia que se estrellaban contra el suelo, las veía brillar por la luz de los autos que salpicaban sus pies. Después de unos minutos, su amado bajó del transporte público, se acercó a ella y la besó.
––Hola hermosa ––dijo entusiasmado ––, pensé que no llegaba, hay un tráfico terrible saliendo de Bogotá. ¿Qué tal tu día? ––quiso saber.
Ella dibujó a fuerza una sonrisa y le abrazó.
––Bien Baby ––vaciló un poco la respuesta ––. ¿Cómo estuvo el tuyo?
––Bien ––confirmó prevenido al sospechar que algo ocurría. Hizo un rápido recuento del día para anticipar el problema, más no encontró algo fuera de lo normal. Le pasó el brazo por la cintura, tomó la sombrilla y se echaron a andar.
Caminaron dos cuadras en silencio por el comercio rodeados de un aura tan fría que a los dos incomodaba.
––¿Te ocurre algo? ––insistió. Ella divagó buscando rápido una respuesta.
––Nada ––volvió a decir sintiéndose tonta al responder lo mismo––. No pasa nada, es que está haciendo mucho frio ––, agregó y encogió los hombros, luego se frotó los brazos con fuerza justificando su respuesta.
––Estas muy callada, te conozco, no me engañas, ¿Qué te ocurre? ––nuevamente interrogó. Ella no pudo ocultarlo y permaneció en silencio otro instante.
––No me pasa nada, es solo que….
––Cuéntame ––la motivó en un tono suave y comprensivo.
––Una vez te pregunte; qué cosas perdonarías de mí y qué cosas no. ¿recuerdas? ––se animó mirándole a los ojos.
Él pensó por un momento y recordó esa conversación. La tuvieron en el bar de un pueblo cercano, al que por primera vez se escaparon el día que decidieron estar juntos.
––Sí, me acuerdo ––lo dijo forzando los detalles en su mente.
––Ese día dejaste claro tu pensamiento y yo dejé claro el mío ––, continuó ella sin cavilar ––dijiste que sería mi responsabilidad si llegara a quedar embarazada, y no tuya, que siempre podía pedirte usar preservativo o no. ¡Y así lo he hecho! ––Exclamó soltando algunas lágrimas.
Él la miró con sorpresa, había sido así en dos años de relación, ella consentía que él se llegase a ella con o sin protección, según ella lo determinara. Nunca había ocurrido nada, ni siquiera una falsa alarma. Ella siempre era muy precisa en sus cuentas y su organismo un reloj suizo.
Él quiso abrasarla al intuir lo que ocurría, pero de inmediato, ella se retiró quedando expuesta a la lluvia.
––Ese día en Villeta estuve de acuerdo contigo. Tampoco yo me lo perdonaría. Ni loca pensaría en echar a la basura mi carrera, o la tuya. En mis planes no ha estado ser mamá. No por ahora. Es irresponsable solo pensarlo. Lo habíamos hablado muchas veces ––, continuó llorando ––pero pasó.
Fue ahora él quien no encontró palabras que comentar.
––Me toma por sorpresa esto. No sé qué decir ––respondió acercando la sombrilla para cubrirla.
––No importa lo que digas ahora, ni lo que pienses. Esa noche dejaste claro que era mi responsabilidad, y así es, por eso; ya tomé medidas ––. Reprimiendo su llanto confesó.
––Espera… ¿qué? ––reaccionó él ––. No lo planeamos, pero… eso no quiere decir qué no lo aceptemos ––, tartamudeando dijo ––¿cómo que ya tomaste medidas? No puedes decidir tu sola algo como esto.
––¿¡Perdón! no puedo tomar medidas cuándo es mi cuerpo de lo que estamos hablando?
––¡No puedes! ––le contestó de inmediato ––una cosa es hacer comentarios entre tragos y en situaciones hipotéticas, otra muy distinta es enfrentarlo en la realidad.
––Tengo cita mañana a las tres en Bogotá, un lugar que me dijeron era bueno para solucionar esto ––seriamente le dijo mirándole a los ojos––. Lo interrumpiré.
––Ni de riesgo vas a hacer eso, tenemos que enfrentar esto juntos.
––¿enfrentarlo juntos? es mi responsabilidad, ¡mi cuerpo, mi decisión! ––dijo alterada.
––No me vengas con esas tonterías feministas que esto no es un juego, es una vida de lo que hablamos.
––Así es ––le respondió––. Es mi vida, no voy a botar por la borda mi estudio o mis proyectos formando una familia ahora, ya tomé una decisión.
––No permitiré que cometas una locura ––contestó exaltado––, te amo, y no me importa lo que haya dicho antes, me importa lo que digo ahora. No vas a interrumpir un embarazo porque eso sería como si hubiera opción de reanudarlo después, y no es así; lo que estás pensando es en terminar con el embarazo, y eso sería acabar con alguien que es responsabilidad nuestra ahora, no puedes solo pensar en ti, ¿Quién te crees para decidir por la vida de los demás?
––No eres tú el que se verá gordo, el que tendrá que hacerse cargo, soy yo, y no quiero eso.
––Debiste pensarlo antes, no ahora. Un hijo cambia muchas cosas, pero eso no quiere decir que la vida terminó.
––No seas idiota, claro que terminó; mis estudios, mis sueños y todo lo que pensé vivir ¿¡Deberé fregarme la vida porque voy a ser mamá!? ––Dijo histérica.
––Claro que no, que pensamiento tan limitado, ¿quién dijo que debes renunciar a todo, de dónde sacas eso? Deberemos ajustarnos y esforzarnos más, pero la vida sigue. ¿Qué es lo que te pasa? ¡Te desconozco!
Ella agacho la mirada al suelo viendo las gotas rebotar y brillar por la luz del comercio. Limpió sus lágrimas mezcladas con el agua de la lluvia y sonrió al escuchar a su amado defender a quien ella ya había decidido tener a su lado. Entonces lo abrazó y lo besó.
––No me equivoqué al pensar que eras un gran hombre ––dijo ella amorosamente ––. Como ya te dije es mi decisión lo que pase, y desde esta mañana he decidido ser mamá. Solo que no sabía si contaría contigo o no. Será un reto, muchas cosas cambiarán, pero, de algo estoy segura: sin importar lo que se venga encima, sabré salir adelante.
––Pero no estarás sola ––dijo él solidario.
––Claro que no amor, aunque; eso dicen todos ––concluyó ella ––siempre dicen lo mismo.
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